Las creencias religiosas

Los semitas occidentales, entre los que se encontraban los fenicios, concebían la existencia del alma -neshemah - y el espíritu -ruaj- tal y como aparecen también mencionados en el Antiguo Testamento. El espíritu, que en ocasiones se concebía como una sombra, correspondería a ese aliento de vida de procedencia divina, que también los animales podían poseer, siendo el alma equiparable a "deseo" o "voluntad", el aspecto volitivo del espíritu.

Mitos y cosmogonías.
Un mito fenicio, adaptado luego a la mentalidad griega, narra como del viento, enamorado de su propio principio, surgió Mot, un caos de cieno del que aún no se habían separado las aguas, y del que se formó el resto de la creación. Cushor, un dios artesano, parece que desempeñó un papel activo en la creación de las cosas. Otro mito es el representado en la leyenda de Ba‘al y Anat, en realidad una dramatización de la lucha de la vegetación contra las inundaciones marítimas que siembran el caos, el desorden y la muerte.

El esquema de la leyenda es similar a otras conocidas en Oriente y Egipto, ya que se trata un mito agrario que describe y explica el ciclo de la vegetación en sus diversas estaciones. Tras la lucha de Ba‘al contra Yam, personificación del mar como fuerza destructiva que amenaza la tierra cultivada, se sucede el combate de Ba‘al contra Mot, símbolo de la sequía y de la muerte. En él Ba‘al es derrotado y muerto. Llorado por su padre El fue enterrado por su esposa/hermana Anat, quién finalmente logró matar a Mot, dispersando los miembros de su cuerpo como los granos de trigo en el campo. Más tarde Ba‘al, encontrado por Anat, revive y derrota a sus enemigos.

Un mito agrario es también el de Adón, conocido como Adonis por los griegos, dios-espiritu de la vegetación nacido de un árbol y muerto mientras cazaba un jabalí, y Astarté, diosa de la fecundidad y el amor, que baja al mundo subterráneo para buscarle y llevarle de nuevo entre los vivos. Adón/Adonis, resucitado en la primavera, moría con el estío y era lamentado por la diosa, que lo hacía revivir después del invierno. Era venerado en toda Fenicia, celebrándose en el verano fiestas con largas procesiones en su honor. La antigua concepción oriental del dios sufriente subyace en todos estos mitos.


El “mas allá” y los ritos funerarios.
Las tumbas y sus ajuares nos hablan de la creencia de que los difuntos debían ser instalados con confort y protección, que se ofrecía por medio de amuletos y figurillas apotropáicas de terracota así como por medio de los rasuradores, que estaban decorados con temas esencialmente religiosos, que serían talismanes asociados a los actos de piedad que en vida realizó el difunto. Los huevos de avestruz pintados que aparecen en las tumbas eran un símbolo de vida y regeneración. Asimismo la presencia en algunas tumbas de pequeñas máscaras con la representación de un rostro con los ojos muy abiertos y de colgantes de pasta vïtrea policromada que repiten la misma imagen nos sugiere la existencia, entre los difuntos, de alguna clase de iniciados.

La incineración estuvo presente, junto con la inhumación, en las necrópolis más antiguas de la ciudad y no se generaliza hasta finales del siglo V a. C. Su mayor difusión se ha interpretado como una influencia griega que acentuaba las perspectivas escatológicas, aunque el impacto de la cultura griega sobre los cartagineses se ha exagerado mucho. Otros, como S. Lancel la creen una consecuencia de la expansión urbana que cada vez dejaba menos sitio a las necrópolis e imponia un ritual que ocupara menos espacio. Esta hipótesis, que se basa en la paralela reducción de los ajuares, que no se puede interpretar como un signo de empobrecimiento, y en la persistencia de la inhumacíon en otras necrópolis de Cabo Bon, no debe descartarse.


Escatologia púnica.
Muy poco sabemos de las creencias de los cartagineses en una vida tras la muerte, aunque es indudable que las tuvieron. Algunas pinturas de tumbas sugieren creencias muy elaboradas. En una, de la necrópolis de Djebel Mlezza, en Cabo Bon, cerca de Kerkouane, el alma del difunto aparece representada como un gallo, símbolo apotropaico muy fuerte, frecuentemente asociado a los mausoleos funerarios en el N. de Africa. En otra de Kef el Blida una nave de guerra ocupada por ocho personajes, ¿tal gvez los ocho dioses fenicios de la navegación?, es precedida por un personaje que flota en el aire, y que se ha interpretado como el alma del difunto o un genio malefico que trata de oponerse al avance de la nave fúnebre. De ser ciertas tales interpretaciones, también los cartagineses, como muchos otros pueblos, habrían concebido la existencia de una masa acuática como separación entre este mundo y el otro.

Magia y adivinación.
Los cartagineses creían en la existencia de espíritus, cuya intención a veces era ocasionar daño y de los que se protegían con diversos procedimientos, pero, sobre todo, mediante amuletos y signos apotropáicos. Muchos de estos amuletos han aparecido en las excavaciones de las necrópolis cartaginesas. Los más utilizados eran de procedencia o influencia egipcia, como el ojo oudja, el uraeus, la representación del dios Ptah y las de Bes y Anubis. Los escarabeos se depositaban igualmente en las tumbas para garantizar la protección del difunto. Es frecuente que lleven los nombres de los faraones de la época, ya que la eficacia mágica de estos talismanes dependía mucho de esta referencia al rey y su poder, y nos revelan asimismo la profunda influencia que siempre ejerció Egipto sobre Cartago.


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