El debate sobre los "reyes" de Cartago

Según la tradición Cartago había sido fundada por una princesa de Tiro que se autoinmoló arrojándose a las llamas y de la que, en ningún momento, se menciona su posible descendencia. Tras la trágica desaparición de Elisa ¿hubo más reyes en Cartago o se implantó otra forma de gobierno?. Es ésta una pregunta que ha suscitado acalorados debates cuya exposición pasamos a exponer ahora.

Los supuestos reyes cartagineses.
La discusión en torno a la naturaleza del poder ejecutivo en Cartago se centra en dos interpretaciones muy distintas de la información que sobre esta cuestión contienen los textos antiguos. Es cierto que a los personajes que se situaban al frente del gobierno en Cartago los autores griegos los denominan con el término basileus y los latinos con el de rex. Por ello algunos investigadores y estudiosos han visto en ello la prueba de la existencia de una institución monárquica en Cartago, que, al fin y al cabo habia sido fundada por una princesa de la casa real de Tiro.

Así, G. Ch. Picard ha señalado que en todos los textos griegos Magón y sus sucesores reciben el título de Baisileus. Más recientemente W. Ameling defiende que la realeza existió durante muchos siglos en Cartago, coexistiendo incluso con la magistratura de los sufetes, aunque habría sufrido una evolución, desde unos primeros reyes con plenos poderes, según el modelo oriental, pasando por reyes cuyas funciones habían sido restringidas al mando militar por la nobleza, como Malco o Amilcar, que incluso compartían con los mismos nobles, hasta los reyes cuyas únicas atribuciones eran las religiosas, que habrían desaparecido definitivamente en el siglo II a. C.

Los textos antiguos.
La primera mención a un basileus cartaginés corresponde a Amilcar, que luchó en Himera en el 480, y fue derrotado por Gelon, tirano de Siracusa. Sin embargo, Herodoto especifica que el cargo que detentaba no era hereditario, pues dice que había sido elegido para ocuparlo a causa de su valor:

“Y por cierto que he oído decir que Amílcar... llegó a rey de Cartago por su valía personal...” (VII, 166)

Diodoro, por su parte, al hablar de Anibal, el general que reemprendió la lucha en Sicilia en el 410 a. C, y de su sucesor Himilcón, nos informa también acerca del acceso al cargo. Según su testimonio ambos fueron elegidos “de acuerdo con la ley”. También Aristóteles, en su comentario a la constitución de Cartago, señala que estos basileis eran elegidos y que desarrollaban su funciones políticas junto con el consejo de la nobleza, presentando los asuntos ante la asamblea popular.

Estos reyes además, dice el filósofo, no son del mismo linaje, sino del que destaca y se eligen más por distinción que por edad. Parece bastante claro, por tanto, que los autores griegos antiguos, han utilizado el término de basileus para caracterizar una magistratura electiva de los cartagineses, que no puede ser otra que la de los sufetes, queriendo tal véz resaltar en gran poder que llegaban a reunir en su persona y tal vez la escasa presencia del pueblo en el gobierno de la ciudad. Un pasaje de Conelio Nepote sobre el sufetato de Aníbal abunda en este mismo sentido:

“De la misma manera, en efecto, que en Roma se dan los cónsules, Cartago elegía cada año dos reyes provistos de poderes anuales”. (Han.,VII, 11)

Las inscripciones.
Por otra parte, muchas inscripciones encontradas en Cartago contienen, en la genealogía de sus autores, antepasados de los que se menciona que han sido sufetes, y que en alguna ocasión se remontan a finales del siglo VI y comienzos del V a. C. Dos de ellas concretamente, sobre las que ha llamado la atención C. Krahmalkov, son especialmente interesantes. La más temprana, de en torno al año 450 a. C., aunque solo se conserva parte del texto, nos proporciona la fecha en que se realizó, en el vigésimo año de Uspt Utm bqrthdst, la magistratura de los sufetes de la ciudad. La segunda se fecha en el año 406 a. C. y contiene un breve relato de la batalla de Agrigento. La fórmula de la fecha es caracteristica del año epónimo, fijado según la magistratura de los sufetes que ejercían el cargo. Pero, además, los comandantes del ejército púnico, Anibal e Himilcon, no son denominados con el titulo mlk -"rey”, sino que la fórmula empleada es la de rb, cuyo significado sería el de “general”. Lo mismo sucede respecto a sus predecesores Giscón y Hanón.

La magistratura electiva y anual.
Todo ello ha llevado a otros investigadores y estudiosos, entre los que ya destacó S. Gsell y posteriormente B.H. Wargminton, a identificarlos con las más altas magistraturas de la ciudad, la de los sufetes. Más recientemente S. Lancel ha señalado que lo que destaca en estos personajes es la realidad de un mando militar que seguramente implicaba la concesión de plenos poderes, aunque temporales y eventualmente renovables. Por otra parte, W. Huss ha argumentado convincentemente, destacando la ausencia de cualquier mención al “rey” en la epigrafía cartaginesa mientras, que abundan las referencias a sufetes y generales.

Todos estos personajes no gobernaban por derecho propio. Sus facultades giraban, sobre todo en un principio, en torno a la esfera militar y, probablemente, a la religiosa. Y parece probable que la propia magistratura de sufetato haya experimentado una evolución y cambios con el tiempo. En lo que concierne a su poder político, si bien es cierto que debieron gozar de gran preeminencia, no parecen haberlo detentarlo de forma exclusiva, por lo menos para cuando nuestras fuentes comienzan a ser más explícitas.

Así, cuando, por ejemplo, en los últimos años del siglo V a. C. Dionisio de Siracusa decidió declarar la guerra a Cartago, lo anunció ante la asamblea, -gerusia - es la palabra empleada por Diodoro, de la ciudad. Los Ancianos de Cartago decidían, en determinadas cuestiones, por encima de los sufetes que encarnaban el poder ejecutivo pero supeditado, en última instancia, a sus decisiones. Hasta el sufetato de Aníbal en el 196 a. C. la aristocracia cartaginesa contó con poderosos resortes constitucionales para ejercer su control sobre los sufetes elegidos cada año.


BIBLIOGRAFÍA

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