Siervos y esclavos

Los dependientes
Al margen del conjunto cívico se encontraban distintos grupos de población subordinada. Uno de ellos -bds- , literalmente “hombre de Sidón”- equivalía a una especie de servidumbre en la que sus miembros, pese a ser hombres libres dependían de un patrón a la manera de los «clientes» del mundo romano. Con todo, esta “clientela púnica” o si se prefiere, esta forma social de dependencia, parece revestir caracteres de mayor dureza, ya que los patrones cartagineses no se encontraban ligados por ningún tipo de obligación recíproca hacia estas personas.

Fuera del dominio urbano, en las tierras conquistadas en el norte de Africa durante la expansión del siglo V a. C., la población autóctona se encontraba subordinada, en parte, a la comunidad política integrada por los púnicos y recibía la denominación de «las gentes que viven en la tierra», con un estatuto intermedio entre los hombres libres y los esclavos, y en parte vinculada a los grandes propietarios cartagineses mediante lazos de dependencia que algunos han querido comparar también con cierta forma de clientela.

Estamos muy mal informados de la situación jurídica de la población africana en estos territorios conquistados y administrados por Cartago. Por una parte debían satisfacer un tributo anual en especie, un diezmo de las cosechas, así como cubrir una parte de los gastos militares de los cartagineses, para lo que , si era preciso, se aumentaban los impuestos, que en algunos momentos particularmente críticos llegaron a alcanzar la mitad la producción agrícola. A este respecto resulta interesante lo que dice Polibio:

“En la guerra precedente, los cartagineses, creyendo tener pretextos razonables, habían gobernado, con suma dureza a los habitantes de Africa: les habían arrebatado la mitad de todas sus cosechas y habían impuesto sobre las ciudades el doble de los tributos anteriores, sin conceder ninguna exención a los pobres ni la más mínima reducción en lo que cobraban”. (I, 72; TRAD. M. Balasch Recort)

En tales circustancias el descontento no tardaba en manifestarse, como ocurrió en varias de las revueltas que tuvieron lugar en los siglos IV y III a. C. En la que se produjo el 395 a. C., Cartago se vió obligada a recurrir a Cerdeña para asegurarse el abastecimiento necesario de grano.

Tenemos algunos testimonios que nos indican que los africanos, o al menos una parte de ellos, eran empleados como esclavos en la explotación de las propiedades cartaginesas. Tales son las menciones en los tratados de los agrónomos púnicos y el propio caso de los veinte mil hombres que movilizó un tal Hanón -¿tal vez el mismo de las conquistas africanas?- en su frustrado golpe de estado tras haber sido destituido de su cargo. También existen otros datos que nos permiten sospechar que por lo menos algunos sectores de la población africana fueron asimilados a la cultura y a la sociedad cartaginesa en un grado que no podemos precisar.

En las excavaciones de la necrópolis de Arg El Chazuani, en Cabo Bon, dos enterramientos, aparentemente cartagineses, tienen sendos epitafios con nombres extraños a la onomástica púnica. Se trata, probablemente de libios muy influidos por la cultura púnica, como ha señalado M. Fantar. Algunas tumbas que han sido localizados por los arqueólogos en Thapes, Leptis Minor, Mahadia y El Aliac (la antigua Acholla), similares a las de Teboura, en Cabo Bon, muestran indicios de una mezcla étnica o al menos de gentes africanas con costumbres púnicas. Particularmente interesantes resultan unas cerámicas a mano de tradición africana, que no se encuentran en las necrópolis fenicias o cartaginesas y son en cambio extraordinariamente abundantes en las del Sahel, la región litoral. Su presencia, como ha señalado H. B. Younès constituye el testimonio de una cultura mixta.

Los esclavos.
Los esclavos podían pertenecer a propietarios particulares o al Estado, y trabajar bien en la explotación agrícola, en talleres de manufacturas, en los templos, las obras públicas, los arsenales, o como remeros en los barcos. E igualmente había esclavos domésticos. En Cartago la esclavitud, con su impacto sobre la vida económica y social, se desarrolló notablemente a partir de mediados del siglo IV a. C., tal vez como consecuencia de su conversión en un Estado agrario y territorial.

Según prueban las inscripciones, los esclavos podían casarse y formar su propia familia, así como ofrecer sacrificios y erigir estelas en el tofet. En este punto quizá debamos seguir a Aristóteles cuando, al hablar de los sacrificios realizados por los esclavos, dice que ello demuestra que estaban integrados en la casa -la unidad doméstica- aunque no en la comunidad cívica, la ciudad. Parece que en Cartago los esclavos, al menos algunos, podían constituir su propio pecunio y alcanzar la libertad. Pero la ley cartaginesa parece obligarles a, una vez manumitidos, no ocultar sus orígenes serviles, que ellos debían precisar, como otra vez las inscripciones nos muestran.

El origen de los esclavos era diverso, pero los cartagineses los obtenían básicamente, al igual que ocurría en el resto de la Antigüedad, de entre los prisioneros de guerras o del intenso tráfico y mercado de esta mano de obra, que los púnicos practicaban en las Baleares o con los pueblos del interior del continente africano. Eran contempladas algunas formas de manumisión de los esclavos, como por ejemplo mediante el testamento del propietario, y estos libertos gozaban de un estatuto al parecer similar al de otros grupos de siervos y semi-libres; pero una vez más desconocemos los detalles.


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