La supuesta helenización de la religión cartaginesa

Se ha especulado sin demasiada base acerca de una significativa helenización de la religión cartaginesa, pero si es cierto que ésta experimenta una evolución en función de determinadas circunstancias históricas, no lo es menos como señala F. Decret, que las pocas divinidades extranjeras que llegaron a recibir culto en la ciudad, como Deméter y Core, fueron probablemente sometidas a un proceso de reinterpretación con lo que resultaron integradas en el universo religioso púnico sin modificarlo. De hecho no tuvieron repercusión alguna sobre las creencias y prácticas populares.

Los documentos procedentes de las excavaciones, fundamentalmente los ajuares de las tumbas, junto con las estelas funerarias y votivas, nos permiten seguir el procedo de penereación de las influencias griegas en Cartago. Como ha observado G. Garbini este proceso se inicia en el siglo V a. C. Es apartir de entonces cuando las terracotas figuradas, las joyas, los motivos ornamentales, van perdiendo la rigidez hierática de las formas egitizantes que ahbían prevalecido hasta este momento. En las últimas fases de ocupación de las necrópolis de Duimes y Demerch asistimos a la presencia de piezas puramente griegas de la divinidad femenina, sustituyéndo a las imágenes asiáticas de la misma diosa. Durante el siglo IV a. C se hacen corrientes las terracotas figuradas de claro ambiente griego, tanto en la iconografía, como en su ejecuición, algunas probable representación de Demeter o de una diosa similar. En la cerámica importada se advierte una progresiva disminución de la corintia y la estrusca que es reemplazada por piezas de fabricación o inspiración helénica, procedentes de los talleres del sur de Italia y Sicilia.

Las estelas funerarias y votivas presentan estas influencias griegas, patentes en ciertos elementos arquitectónicos, como las capillas con frontones triangulares, acróteras, cornisas denticuladas, pilares columnas, capiteles, y determinados elementos decorativos como las guirnaldas y perlas, o simbólicos, como los trofeos, armas, caduceos delfines y motivos geométricos y vegetales.

También la arquitectura doméstica acusa las influencias procedentes de ambiente griego. En la vertiente S.O. de Byrsa se ha excavado parte de un barrio púnico en el mque las casas tienen algunos elementos de indudable origen helénico, como ciertos tipos de capiteles jónicos y columnas estucadas y acanaladas, pavimentos helenísticos -lithostrata- y una urbanización de calles rectas siguiendo el plano hipodámico. En Kerkouane, la ciudad púnica de Cabo Bon, han aparecido en las casas instalaciones higiénicas de tipo helenístico, pavimentos del mismo carácter, patios peristilos de tipo griego y un sistema de urbanización en torno a calles rectas y largas.

La arquitectura religiosa plantea muchos más problemas. A partir de la segunda mitad del siglo IV a. C y sobre todo de su último tercio, las estelas votivas cartaginesas se adornan con una ornamentación de tipo arquitectónico de dos columnas que sustentan un frontón triangular. Para algunos investigadores se trata de cellae figuradas, representaciones, por tanto, de lo que sería la morada de la divinidad. Auténticos templos.

Por el contrario otros, entre los que destaca A., Lezaine, creen reconocer en ellas el encuadramiento inmediato de las estaua del dios, baldaquines semejantes a aquellos cuyos vestigios se han encontrado en la “capilla” Carton de Salambó y en el santuario de Tuburbus Majus. Cree este autor que no pueden ser templos, dada la ausencia en Cartago de elementos arquitectónicos pertenecientes a frontones triangulares, así como la costumbre fenicia y púnica de rematar los edificios con una cubierta en terraza plana, como también señala S. Lancel, y piensa que es improbable la identificación de los estelas con edificios distilos -próstilos que eran poco apreciados de los griegos y desconocidos en el N. de Africa hasta la conquista romana. Por su parte C. Picard considera que estos obstáculos no son insuperables, pero cree temerario reconstruir las fachadas de los edificios religiosos de Cartago a partir de las elevaciones de las cellae de las estelas.

Un examen pormenorizado de los diversos tipos de documentos que nos han llegado muestra claramente como la helenización en Cartago fue siempre un fenómeno ciertamente superficial y favorecido por el propio carácter cosmopolita de la ciudad, abierta por consiguiente a las principales influencias y modas de las corrientes culturales más pujantes en cada momento. Se trata de un fenómeno de difusión cultural, mediante el cual una sociedad determinada acepta préstamos culturales procedentes del exterior y los integra en su propio sistema de valores que no resulta por ello transformado. La pervivencia de la lengua, la religión y las costumbres así lo demuestra.

En el tofet las inscripciones llevan dedicatorias, igual que antes a Tanit y Baal Hammon, y algunas otras divinidades fenicias, como Baal Shamin. Los nombres teóforos, que conocemos por los textos antiguos y los testimonios epigráficos denotan la presencia exclusiva de divinidades púnicas, como Baal, Eshmun y Melkart. La tipologia de las tumbas permanece inmutable hasta los útimos días de Cartago. Los objetos de la vida cotidiana, como la vajilla más sencilla, no acusan ningún impacto de la influencia griega, y lo mismo puede decirse de la vestimenta, fiel a tradiciones de raigambre oriental, egipcia y chipriota, sobre todo de la masculina.

Aunque la arquitectura pública y privada presenta elementos de indudable procedencia griega, que son fundamentalmente motivos de prestigio, perduran los elementos tradicionales, como la construcción en altura con cubierta a terraza, de los que sabemois por Diodoro y Apiano, así como por pinturas murales y algunos otros objetos que los representan. La lengua se mantuvo, junto con las ideas y prácticas religiosas y el recuerdo de la propia identidad, muco tiempo después de la destrucción de la ciudad por los romanos, de acuerdo con el testimonio de San Agustín que al preguntar a los campesinos de sus país quienes eran, le respondieron en vieja lengua púnica, “cananitas”.

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