La conquista de Africa

Durante mucho tiempo Cartago fue un enclave urbano en un lugar singularmente hermoso de la costa occidental norteafricana, pero sin irradiación hacia el interior. Un ciudad volcada hacia el mar que se había convertido en el centro de una confederación marítima de la que obtenía grandes beneficios económicos y políticos. Pero en el siglo V a. C. esta situación sufrió una gran transformación. Sin dejar de mirar al mar, al que tanto debían por tradición y necesidad propia, los cartagineses emprendieron la conquista de un amplio territorio africano que a partir de entonces consideraron suyo. No es mucho lo que los textos de los autores antiguos nos dicen al respecto. Según Justino:

"La guerra fue llevada contra los maures, se combatió también a los numidas, y los africanos fueron obligados a renunciar al tributo qus percibían por la fundación de Cartago”. (XIX, 11, 14)

Conquistas de Hannón.
Aparte de esta escueta noticia, Dión Crisóstomos, un griego nacido en Prusa (Bitinia) que vivió a caballo entre los siglos I y II, habla de un tal Hannón que había transformado a los cartagineses de tirios que eran en libios, proporcionándoles con la conquista de las tierras africanas numerosas riquezas y nuevos mercados. Este Hannón, al que se ha considerado hijo de Amilcar, el general derrotado el 480 a C. en Himera, miembro por tanto de la poderosa familia de los Magónidas, es identificado también con el navegante del mismo nombre que llevó a cabo el periplo bordenado las costas atlánticas africanas. Su nombre es, sin embargo, muy común en la onomástica cartaginesa, por lo que, ante la ausencia de una información más concreta, es preferible mostrar cierta cautela a adentrarse en el terreno de las especulaciones.

El territorio africano de Cartago.
Este dominio proporcionaba a Cartago una amplia región de explotación agrícola que se extendía por el Cabo Bon y más de la mitad del territorio actual de Túnez, con los fértiles campos de las suaves llanuras onduladas del Tell Inferior y del bajo y medio Medjerda, el antiguo Bagradas, los bosques de Khroumirie, en el noroeste, hasta los olivares y pesquerias de Sfax en el sureste. Cuando la invasión de Agatocles, esta región alcanzaba por el oeste Bizerta, y Hadrumeto y Thapso por el este.

Es muy probable que Thevesta (la actual Tebessa) fuera, en el suroeste, la plaza fuerte púnica más avanzada en el territorio indígena, puesto que cabe identificarla con la Hecatompylos conquistada a mediados del siglo III por otro Hannón, según Diodoro Sículo (IV, 18, 3; XXIV, 10, 2). Desde allí la ruta que, hcia el noroeste, llevaba a Cirta (Constantina) a través de las altas mesetas númidas, pasaba por un lugar llamado Macomades, nombre latinizado de un Maqom Hadasht púnico, el `nuevo burgo´, que más que un bastión avanzado de la administración cartaginesa, habría sido un testimonio de la influencia cultural púnica en país númida. (S. Lancel, 1994, p. 240).

Las defensas del territorio africano.
La protección de este amplio territorio fue confiada a un complejo sistema defensivo que incluía grandes fosos y fortalezas costeras. Estos “fosos fenicios”, que mencionan algunos textos antiguos, seguían un trazado que, desde la costa norte, a la altura de Thabraca, englobaba las “grandes llanuras” del curso medio del Medjerda, así como la región de Thugga y las de Zama y Mactar en el centro de la región de Thusca, para desde allí, siguiendo en línea recta hacia el sur de la Bizacena, alcanzar finalmente la costa en Thaenae, muy cerca de los emporios de la Pequeña Sirte. Eran vigilidaos por guarniciones destacadas en algunos lugares cercanos, como en El-Kef y Tebessa, en el interior.

Conocemos mejor las fortalezas de la costa gracias a los descubrimientos arqueológicos en Cabo Bon, Ras ed-Drek, Kelibia, a unos treinta kilómetros en el cuerno sureste del promontorio, y Ras el-Fortass, que cierra el golfo por el oeste. En el primer caso los arqueólogos han encontrado, en un espolón que domina la costa rocosa, un pequeño fortín cartaginés, además de proyectiles de honda y de catapulta, construido en ángulo desde el que se divisaba, en la lejanía la fortaleza de Kelibia. Esta era mucho mayor y se encuentra en la actualidad bajo las costrucciones de una fortificación hispano-turca de la que subsisten de época púnica las primeras hileras de piedra de grandes torres cuadradas. La fortaleza de Ras el-Fortass sobre un espolón cortado a unos cien metros de altitud, tenía planta trapezoidal sobre una superficie de unas 7 ha, con muros de hasta tres metros de espesor y reforzados a intervalos por torreones.

La organización del territorio.
G. Ch. Picard ha llamado la atención hace algún tiempo sobre un texto de Polibio (I, 71, 1) en el que se diferencian dos regiones distintas, aquella que comúnmente abastece a la ciudad y una segunda que mediante impuestos contribuía a engrosar las arcas de Cartago. La primera de ellas era sin duda la "chora" o campiña cartaginesa, en la que la tierra pertenecía a los púnicos y era explotada directamente por ellos. En los restantes territorios situados bajo la administración cartaginesa la tierra permanecía en manos de los autóctonos, que debían contribuir con una serie de diezmos extraidos de sus cosechas.

Si bien es cierto que la situación documentada corresponde al siglo III a. J.C., concretamente al momento de la revuelta de los mercenarios tras la primera guerra contra Roma, parece probable que los cartagineses haya establecido esta diferencia desde un primer momento, reservándose la propiedad y la explotación directa de las tierras más cercanas a su ciudad. Al menos, esta es la situación que se encuentran a finales del siglo IV a. C los invasores de Agatocles en el Cabo Bon.

El gobierno y la administración territorial.
Este mismo investigador ha logrado también disipadar algo de la oscuridad que reinaba sobre la organización de los territorios africanos conquistados por Cartago, al mostrar cómo los cartagineses habían procedido a organizarlos por medio de su división en una serie de distritos administrativos -rst- que correspondían por lo general con las regiones naturales del país. Al oeste de Cartago se extendía la circunscripción o “las tierras” (rst = territorio) de Muxsi, y al este la de Cabo Bon. Al sur de la ciudad, entre el Medjerda y el wadi Milián, la de Zeugei. Más al sur se extendían todavía las de Gunzuzi y Thuscae. También al sur de Cabo Bon se extendía la Bizacena, la más extensa de todas estas “provincias”.

Los núcleos urbanos, como Mactar, Vaga, Zama o Thugga, por citar algunos de los mejor conocidos, gozaban de una cierta autonomía y en ellos la administración era desempañada por grandes funcionarios, procedentes de la aristocracia cartaginesa, equivalentes a los pretores romanos, que se encontraban asistidos por funcionarios de menor rango. De todas estas circunscripciones administrativas, sólamente el Cabo Bon, junto con el Bajo Medjerda (“las tierras” de Zeugei), constituian propiamente la “chora" de Cartago, habitada por los púnicos que levantaron allí sus haciendas rurales y fincas de recreo. La mayor y mejor parte de estas tierras pertenecía a las grandes familias cartaginesas, mientras que las peores fueron ocupadas por los pequeños agricultores.

Los restantes distritos estaban habitados por los autóctonos africanos, quienes residian en aldeas rurales de pequeño tamaño, de las que las textos antiguos señalan la existencia de unas doscientas a trescientas. También había verdaderas ciudades, como fue el caso de las ya citadas Vaga y Máctar, entre otras. Todos estos centros gozaban de una autonomía local gestionada por sus magistrados y asambleas, como se percibe muy bien en un pasaje de Apiano:

“Los cartagineses... se crecieron en su espíritu y recorrieron si temor Africa, fortificando el país y pronunciando discursos ofensivos contra los romanos en las asambleas de las ciudades”. (Lib., 111; TRAD: A. Sancho Royo)

Los más importantes, como Mactar, cabeceras de sus respectivas circunscripciones, eran sedes de gobernadores provinciales destacados por Cartago y que se hallaban subordinados a la autoridad de un gobernador general.

BIBLIOGRAFÍA

BARRECA, F., La fortificazioni punizi sul Capo Bon. II. Ras ed-Drek, Prospezione archeologica al Capo Bon, II, Roma, pag. 17-28.

LANCEL, S., Cartago, Barcelona, 1994, pp. 239-280.

MOSCATI, S., “L´espansion di Cartagine sul territorio africano”, RANL, IX, 5, 1994, pp. 203-214.

PICARD, G. Ch., “L`administration territoriale de Carthage”, Mélanges A. Piganiol, vol. III, Paris, 1967, pp. 1257-1265.

SZNYCER, M., "Cartago y la civilización púnica," C. Nicolet (ed), Roma y la conquista del mundo mediterráneo, Barcelona, 1984, pp. 423-466.

5 comentarios:

Iacomus dijo...

Buenísimo el blog. La cartaginesa es una de las civilizaciones antiguas que más me gustan, aunque se les suela prestar más atención a los romanos.

PD: ¿El nombre exacto no era "karthadastim"?

saludos

Carlos G. Wagner dijo...

Gracias, y casi, seria Qarthadasti (aunque la "K" también vale, depende de la transcripción

Anónimo dijo...

Estoy con Jaume, muy bueno el blog sobre Cartago, ¡Felicitaciones!

Carlos G. Wagner dijo...

Gracias y ¡Bienvenidos a los dos!. Esto es solo el comienzo...

Anónimo dijo...

¿Conoces de algún ensayo o bibliografía e general que trate el tema de las supuestas provincias cartaginesas en Iberia?